martes, 14 de diciembre de 2010

Julian Assange, elegido la personalidad del año

El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, fue elegido por los lectores de la revista norteamericana Time como la Persona del año 2010. Se trata de un nombramiento honorífico que el semanario otorga anualmente desde 1927 a la persona, grupo, idea, máquina o lugar que, para bien o para mal, haya sido el más influyente del año a nivel mundial, dedicándole un número especial de la revista.

Assange, detenido en el Reino Unido tras una acusación de violación emitida por las autoridades suecas, es el organizador de la mayor filtración de documentos secretos de la historia, que realizó a través del portal de internet WikiLeaks y cuya publicación genera una agitación informativa sin precedentes.
El periodista australiano recibió 382.020 votos, seguido por el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, con 233.638, y por la cantante Lady Gaga, con 146.378 apoyos. En la lista también aparecen el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama (en 6º lugar, que ya fue nombrado Persona del año 2008); el fundador de Apple, Steve Jobs (en 7º posición); los 33 mineros chilenos rescatados de una mina (8º); o el premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo (11º), entre otros.
Fuente: Infobae

lunes, 13 de diciembre de 2010

WikiLeaks y El País: una lección de buen periodismo

Una cosa es revelar datos y otra muy distinta es hacer periodismo con ellos. Cuando sobre tus manos tienes una fuga de 250.000 documentos con todas las papeletas para hacer tambalear la forma de hacer diplomacia de la potencial mundial por excelencia, sólo se puede responder con la ortodoxia propia del buen periodismo. Y más cuando te encuentras dentro de un elenco de elegidos (The New York Times, The Guardian, Le Monde y Der Spiegel) para llevar a la audiencia mundial un tesoro en forma de revelaciones confidenciales. El País, de momento, parece haber pasado el examen con nota. ¿Por qué?

  • Evalúa por separado la calidad de la información, decide qué partes pueden interesar más al público español y procede a la publicación.
  • El País dice textualmente: “este proceso (el de selección) se ha llevado a cabo bajo una exigente condición de no poner en peligro, en ningún momento, fuentes protegidas de antemano o personas cuya vida pudiera verse amenazada al desvelarse su identidad. Al mismo tiempo, todos los medios han hecho un esfuerzo supremo por evitar la revelación de episodios que pudieran suponer un riesgo para la seguridad de cualquier país, particularmente Estados Unidos”.
  • Como anexo al punto anterior, El País se ha comprometido a aceptar los compromisos con los que llegue The New York Times con el departamento de Estado de Estados Unidos, para evitar la difusión de ciertos documentos que puedan poner en peligro vidas.
  •  En lo que a la corroboración de datos se refiere, El País, ha dejado a un lado aquellas filtraciones de dudosa credibilidad, y dice haber actuado de “forma responsable” con el fin de causar el menor daño posible al país objeto de la filtración.
  • Detrás de esta filtración, El País ha llevado a cabo una profunda labor de documentación, revisión minuciosa e investigación de los datos ofrecidos, ofreciendo a sus lectores un detallado análisis de las repercusiones y consecuencias o, lo que es lo mismo, convirtiendo datos en periodismo.

WikiLeaks y los medios de comunicación: matrimonio perfecto

El nuevo héroe del periodismo se llama Julian Assange. Tiene 39 años, es australiano, nómada, y rebelde. Hace tres años fundó Wikileaks y hace pocas semanas hizo historia cuando filtró 90.000 documentos secretos de Afganistán. Con esta publicación hizo dos cosas en simultánea: destruyó el paradigma de los secretos de seguridad nacional, y sentó el precedente más importante de lo que será la relación de la prensa y la internet en el futuro. Para empezar hay que dejar claro que Assange no es periodista. Es más bien un activista solitario que se ha sintonizado con uno de los temas más importantes para la democracia en tiempo de la globalización: la transparencia de la información.
La propia Wikileaks se define a sí misma como “la primera agencia de inteligencia de la gente”. Y ese es el mensaje de Assange. Que los ciudadanos no tienen campos vedados en una democracia. Y que la guerra, justo por tratarse de matar y morir, requiere más y no menos controles.
Volviendo a Assange, aunque él no es un periodista, su trabajo si está marcándole un rumbo al futuro del periodismo. Especialmente a esa incierta relación entre la red y los periódicos. Por un lado, Wikileaks entendió cuál era la fortaleza de lo que llaman web 2.0, ese universo interactivo que ha revolucionado la comunicación humana en el último lustro: convertir en fuente de información al ciudadano que directamente la tiene. No al funcionario, al burócrata. Pero a diferencia de otros, no ha desdeñado el valor legitimador de los medios tradicionales, de la añeja pero bien dotada de prestigio gran prensa. En una nada estúpida decisión, le entregó de manera simultánea los documentos a The Guardian, Der Spiegel y New York Times. Obviamente los editores de estos medios se centraron en los hechos y no en los nombres de personas que podrían resultar afectadas en materia de seguridad por el informe, y omitieron datos que podrían darle una ventaja militar a los talibanes, por ejemplo. Algo que no hizo Wikileaks, porque su filosofía es publicar todo. De todos modos con este matrimonio casi perfecto entre un audaz medio de internet, independiente y desafiante, con medios serios, que gozan de credibilidad, se empieza a transitar un camino inédito y quizá prodigioso para ambos.
Definitivamente el periodismo de investigación se trasladó a la red y allí goza de buena salud en tiempos en los que la corrupción se ha convertido en la primera preocupación de la opinión pública.

domingo, 12 de diciembre de 2010

"Es un desafío para que los periodistas hagan mucho mejor su trabajo"

Roberto Guareschi, reconocido periodista argentino, y editor de grandes medios gráficos da su parecer sobre la irrupción de WikiLeaks y el rol que juega el periodismo en la sociedad actual:  
Toda esta riqueza no llegó a conocimiento público de la manera tradicional: alguien a quien le conviene difundir un secreto lo pasa a un medio al que le conviene igualmente difundirlo. Los motivos de las fuentes son inagotables pero en general es para tener más poder (de cualquier tipo) o para defenderse de algún poder. Los motivos de los medios periodísticos son, en general, acrecentar o mantener confianza y prestigio en la sociedad, ganarle a la competencia, ganar dinero. En cuanto a los periodistas -aquí el ganar dinero quiere decir acrecentar o justificar su salario-, todo eso y además, porque se trata de individuos, sentir que han hecho bien su trabajo, ser reconocidos por sus colegas, y sentir que han hecho algo que creen positivo para la sociedad y estar conformes con ellos mismos. Se podría considerar que también son cuestiones de poder -en la sociedad y sobre uno mismo-.
Wikileak les ha hecho un bypass a los grandes diarios tradicionales del mundo. Los ha desnudado en sus carencias. Si uno tiene en cuenta que Wikileaks no es una organización periodística, el sopapo es aún mayor. Hay una organización a la que contribuyen ciudadanos no periodistas que está ocupando un lugar cada vez más amplio en la imposición de la agenda global y por eso, de la construcción del discurso público.
Y al ocupar ese lugar, está desplazando a las catedrales del periodismo tradicional. The Guardian, el NYT, Le Monde, etc., catedrales del periodismo establecido comen de la mano de Wikileaks, es así, dicho con brutalidad. Y esto seguramente va a tener consecuencias a largo plazo.
Una de ellas es que Wikileaks siga imponiéndose como un ámbito seguro y eficaz para difundir secretos, una de las funciones centrales del periodismo. No digo que Wikileaks remplaza a todo tipo de periodismo. Es un desafío para que los periodistas hagan mucho mejor su trabajo. Una cosa es estar dentro del sistema; otra es contribuir con errores u omisiones a lo peor del sistema.

"WikiLeaks, sin el trabajo del periodista, es poca cosa"

“Si, Wikileaks ha sacado a la luz los papeles secretos de la Guerra de Irak; pero si no hay un periodistas que estudien, seleccionen, ordenen y estructuren toda esa información, lo que ha hecho Wikileaks servirá para poco”. Eduardo Martín de Pozuelo valoraba así ayer en el Congreso de Escritores del Premis Octubre el papel que juegan algunas web “que hacen, al fin, lo que hemos estudiado muchas veces cuando se han desclasificado documentos…si no hay periodismo es como si no hubiera nada”. Su compañero, Jordi Bordas – ambos han conformado el que es posiblemente el mejor equipo de periodismo de investigación de los últimos 35 años en España – ampliaba la reflexión ofreciendo un símil: “es como si te dan todos los ingredientes para cocinar; si al final no hay cocinero todo eso no sabrá a nada”.

WiKiLeaks y WaterGate: dos casos que marcaron un quiebre en el mercado de la informacíon

Los documentos clasificados del Gobierno Estadounidense que reveló la organización online Wikileaks, en el que se investigan y analizan ciertos comportamientos de los mandatarios de varios países, podría convertirse en un segundo Watergate, más de 30 años después, pero de alcances aún totalmente insospechados. El grado de masividad de los medios de comunicación en la actualidad impide adelantarse a próximas consecuencias, y el rol del periodismo vuelve a estar en el centro de las disidencias.

El recordado caso Watergate (llevado hasta al cine hasta el cansancio y puesto de ejemplo en cualesquiera universidades de periodismo se pise) sucedió en 1972 cuando arrestaron a varias agentes de espionaje, pertenecientes a la campaña que bregaba la reelección del entonces presidente estadounidense Richard Nixon, que fueron descubiertos en el interior del comité demócrata de Washington DC.

La trama continuó con el descubrimiento, por parte de los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, del Washington Post, de escuchas telefónicas y labores de espionaje que alcanzaban hasta a las más altas esferas de la Casa Blanca, manchando al mismísimo presidente Nixon que, dos años después, tuvo que dimitir a su cargo tras conocerse el escándalo.
Una amplia red de informantes y alcahuetes, más un pasado con estrechos contactos con la CIA y el FBI, permitió que los periodistas desentrañaran el caso.
Luego de la inevitable comparación, el ahora bautizado "Cablegate" (relativo a los más de 250 mil cables reservados que remitían las embajadas estadounidenses en todo el mundo hacia la Secretaría de Estado) reabre el debate acerca de la irrupción del "periodista militante" o "periodismo panfletario".

Wikileaks es un sitio de noticias, fundado en 2006 por el hacker australiano Julian Assange, que se dedica a divulgar (a modo de denuncia) informes filtrados, secretos de estado y datos confidenciales acerca del accionar de distintos gobiernos y empresas alrededor del planeta. Hace poco tiempo divulgó atropellos durante la guerra en Afganistán y el accionar estadounidense de dudosa moral en Medio Oriente.


Entonces, ¿cuál es la frontera del periodismo?, ¿se incide directamente en los hechos arrojándose un papel protagónico o es simplemente el imprescindible rol de controlador del poder que ostentan los periodistas?

Redundando una última similitud del Watergate con esta fenomenal fuga de información, que pone al desnudo las verdaderas ansias norteamericanas en el plano diplomático, cabe otra pregunta: ¿se sabrá alguna vez el "Garganta Profunda" del Cablegate?


Fuente: Diario Uno

viernes, 10 de diciembre de 2010

Diez mandamientos sobre WikiLeaks

José Luis Orihuela (español) es periodista y profesor universitario de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Como parte de su quehacer diario, posee un blog en donde analizar la realidad de los medios en la sociedad actual. Allí, brinda un célebre Apunte sobre diez conclusiones preliminares acerca de WikiLeaks, el periodismo y los medios:
1.       WikiLeaks era inevitable Existiendo una plataforma de publicación y acceso a la información de ámbito global que funciona sin editores (internet) era inevitable que tarde o temprano surgiera un portal dedicado a la revelación de secretos y filtraciones
2.       WikiLeaks era necesario El grado de impunidad, oscuridad y falta de control con el que se vienen desarrollando las guerras, la diplomacia y la política desde la Guerra Fría, acentuado desde los atentados del 11S, estaban exigiendo una instancia de control desde fuera del sistema.
3.       WikiLeaks no es periodismo La publicación masiva de documentos secretos militares y diplomáticos no constituye un acto de periodismo ni convierte a WikiLeaks en un medio periodístico. El periodismo es lo que viene después: la comprobación, el contraste, el contexto, el análisis y el aterrizaje de los documentos a las realidades locales.
4.       WikiLeaks necesita al periodismo Tanto por razones de seguridad, para garantizar la difusión de las filtraciones aunque el sitio fuera atacado, como por razones de inteligencia, para analizar los documentos y presentarlos de una forma inteligible al público, WikiLeaks necesita y ha utilizado a los medios como un canal alternativo de difusión que, además, han proyectado el prestigio de sus cabeceras sobre los materiales revelados.
5.       WikiLeaks es una llamada de atención al periodismo La publicación de las filtraciones ofrecidas por WikiLeaks no constituye un triunfo del periodismo, por el contrario, pone al periodismo ante la urgencia de hacer el trabajo que debió haber hecho antes de las filtraciones (investigando más y mejor) y del que debe hacer después (aportando interpretación, contraste, contexto, navegación y visualización a los datos).
6.       WikiLeaks no es neutral Las fuentes de información, especialmente las que revelan información confidencial o secreta, nunca operan por altruismo. Siempre hay una intención. La fuente te escoge porque quiere influir sobre tí o sobre tu audiencia. El objetivo de WikiLeaks no es periodístico, ni sólo informativo, sino específicamente político: Assange está en guerra contra el gobierno en la sombra, quiere desmontarlo, y para ello utiliza la información como el arma definitiva.
7.       WikiLeaks ha demostrado que la red no es neutral WikiLeaks ha sido sistemáticamente atacado, privado de su dominio, expulsado de su hosting en Amazon, cancelada su cuenta de PayPal, y perseguida su cabeza visible por Interpol en lo que parece más un montaje que un acto de justicia frente a dos presuntos casos de acoso y abuso sexual. Según sabemos, WikiLeaks no ha robado documentos ni ha hackeado redes, se ha limitado a publicar o a difundir las filtraciones que ha recibido garantizando el anonimato de sus fuentes y comprobando su autenticidad.
8.       WikiLeaks ha dado argumentos tanto a quienes se oponen a la neutralidad de la red como a quienes la defienden Es cierto que WikiLeaks ha sido inicialmente posible gracias no sólo a la existencia de la red, sino también a su carácter neutral. Pero la neutralidad de la red ya se ha visto comprometida por el evidente grado de persecución al que se ve sometido el portal y por el previsible endurecimiento de las políticas de control sobre la red que pueden generarse a partir de este caso.
9.       WikiLeaks ya ha ganado Aunque WikiLeaks despareciera como sitio, marca y dominio y su impulsor fuera encarcelado o eliminado, WikiLeaks ya ha demostrado que es posible y necesario utilizar la red como arma para desmontar las conspiraciones del poder. Seguramente veremos en el futuro próximo la emergencia de un WikiLeaks distribuido, así como el nacimiento de WikiLeaks nacionales y sectoriales.
10.   WikiLeaks cambiará la gestión de la información confidencial Aunque la pretensión utópica de WikiLeaks sea acabar con los poderes en la sombra (inicialmente militar y diplomático, pero próximamente financiero y farmacéutico, y quién sabe si también mediático), posiblemente su repercusión más efectiva tenga que ver con el desarrollo de nuevos métodos para garantizar el secreto de las comunicaciones y nuevas prácticas para la gestión de la información militar, diplomática y corporativa. Descartada la guerra como solución a las disputas internacionales, sólo nos queda la diplomacia como camino civilizado para armonizar las diferencias.